Cuenta la leyenda que hace mucho, mucho tiempo, vivió una mujer extraordinariamente veloz llamada Atalanta, que tenía como costumbre correr entre los árboles del bosque persiguiendo a los animales. Y a fuerza de practicar aquel juego, Atalanta llegó a ser una corredora extraordinaria. Era tan veloz como el viento y corría con la elegante suavidad de una gacela.
Con el paso del tiempo, una serie de muchachos empezaron a pretender el corazón de la joven Atalanta.
Para librarse de aquellos pretendientes molestos, ella les proponía una prueba segura:
-Accederé a casarme contigo si consigues vencerme en una carrera. Pero en el caso de que pierdas, el castigo será terrible...
Todos aceptaban, mas ninguno conseguía derrotarla.
Tan segura estaba la joven de su victoria, que hasta ofrecía a sus rivales una pequeña ventaja: la de la longitud e u lanza
Un
día se presentó ante Atalanta un joven llamado Hipómenes. Éste expresó a
la muchacha su deseo de casarse con ella y Atalanta le propuso la
acostumbrada prueba.
-De acuerdo, acepto la prueba -dijo Hipómenes-. Pero no olvides que si eres tú la derrotada, tendrás que casarte conmigo...
-Está bien -dijo tal anta con frialdad-. Colócate ahí delante, donde llega el extremo de mi lanza.
Hipómenes hizo lo que le había ordenado la muchacha. Y la carrera comenzó...
En sólo unas décimas de segundo, Atalanta alcanzó a Hipómenes.
"Ahora es el momento... ", pensó el joven. y, acercando su mano a una bolsita que llevaba colgada del hombro, sacó una manzana dorada y la dejó caer junto a los pies de la muchacha.
-¡Oh! ¿Qué es esto? -se preguntó la joven-o ¡Una manzana de oro!
Muy segura de poder recuperar el tiempo que iba a perder; Atalanta se agachó y cogió la manzana.
-¡Estupendo! -dijo Hipómenes mientras miraba de reojo a Atalanta, unos metros por detrás de él. .
Pero la rapidez de la muchacha le permitió alcanzar en un momento a su adversario.
Entonces Hipómenes sacó una segunda manzana dorada de la bolsa
y la dejó caer de nuevo al lado de Atalanta. Ella se agachó a recogerla
y volvió a perder terreno. Hipómenes, agotado, corrió con todas sus
fuerzas, pero Atalanta volvió a alcanzarlo,
Momentos después, a escasos metros de la meta, Hipómenes sacó su última manzana
de oro y la dejó caer. Atalanta dudó un instante, pero, segura de sí
misma, decidió agacharse. Entonces Hipómenes hizo un último esfuerzo y
entró primero en la meta. ¡Lo había conseguido!
-Te ha vencido tu propia seguridad de triunfo -le dijo Hipómenes a Atalanta cuando consiguió recuperar el aliento.
Tiempo después, tal y como había prometido, Atalanta se casó con Hipómenes.
Y según cuenta la leyenda, Afrodita, la diosa del amor; veló por la felicidad de la pareja durante muchos años. Pero un día, la pareja entró en el templo de la diosa Cibeles y ésta enfadada, los convirtió en leones para siempre.
La diosa Cibeles con Hipómenes y Atalanta, en Madrid |
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