lunes, 10 de febrero de 2014

ORFEO Y EURÍDICE

ORFEO Y EURÍDICE




Cuentan las leyendas que, en la época en que dioses y seres fabulosos poblaban la tierra, vivía en Grecia un joven llamado Orfeo, que solía entonar hermosísimos cantos acompañado por su lira. Su música era tan hermosa que, cuando sonaba, las fieras del bosque se acercaban a lamerle los pies y hasta las turbulentas aguas de los ríos se desviaban de su cauce para poder escuchar aquellos sones maravillosos.

Un día en que Orfeo se encontraba en el corazón del bosque tañendo su lira, descubrió entre las ramas de un lejano arbusto a una joven ninfa que, medio oculta, escuchaba embelesada. Orfeo dejó a un lado su lira y se acercó a contemplar a aquel ser cuya hermosura y discreción no eran igualadas por ningún otro.

    - Hermosa ninfa de los bosques –dijo Orfeo-, si mi música es de tu agrado, abandona tu escondite y acércate a escuchar lo que mi humilde lira tiene que decirte.

La joven ninfa, llamada Eurídice, dudó unos segundos, pero finalmente se acercó a Orfeo y se sentó junto a él. Entonces Orfeo compuso para ella la más bella canción de amor que se había oído nunca en aquellos bosques. Y pocos días después se celebraban en aquel mismo lugar las bodas entre Orfeo y Eurídice.
  
La felicidad y el amor llenaron los días de la joven pareja. Pero los hados, que todo lo truecan, vinieron a cruzarse en su camino. Y una mañana en que Eurídice paseaba por un verde prado, una serpiente vino a morder el delicado talón de la ninfa depositando en él la semilla de la muerte. Así fue como Eurídice murió apenas unos meses después de haber celebrado sus bodas.

Al enterarse de la muerte de su amada, Orfeo cayó presa de la desesperación. Lleno de dolor decidió descender a las profundidades infernales para suplicar que permitieran a Eurídice volver a la vida.

Aunque el camino a los infiernos era largo y estaba lleno de dificultades, Orfeo consiguió llegar hasta el borde de la laguna Estigia, cuyas aguas separan el reino de la luz del reino de las tinieblas. Allí entonó un canto tan triste y tan melodioso que conmovió al mismísimo Carón, el barquero encargado de transportar las almas de los difuntos hasta la otra orilla de la laguna.

Orfeo atravesó en la barca de Carón las aguas que ningún ser vivo puede cruzar. Y una vez en el reino de las tinieblas, se presentó ante Plutón, dios de las profundidades infernales y, acompañado de su lira, pronunció estas palabras:
    - ¡Oh, señor de las tinieblas! Héme aquí, en vuestros dominios, para suplicaros que resucitéis a mi esposa Eurídice y me permitáis llevarla conmigo. Yo os prometo que cuando nuestra vida termine, volveremos para siempre a este lugar.
    La música y las palabras de Orfeo eran tan conmovedoras que consiguieron paralizar las penas de los castigados a sufrir eternamente. Y lograron también ablandar el corazón de Plutón, quien, por un instante, sintió que sus ojos se le humedecían.
    - Joven Orfeo –dijo Plutón-, hasta aquí habían llegado noticias de la excelencia de tu música; pero nunca hasta tu llegada se habían escuchado en este lugar sones tan turbadores como los que se desprenden de tu lira. Por eso, te concedo el don que solicitas, aunque con una condición.
    - ¡Oh, poderoso Plutón! –exclamó Orfeo-. Haré cualquier cosa que me pidáis con tal de recuperar a mi amadísima esposa.
    - Pues bien –continuó Plutón-, tu adorada Eurídice seguirá tus pasos hasta que hayáis abandonado el reino de las tinieblas. Sólo entonces podrás mirarla. Si intentas verla antes de atravesar la laguna Estigia, la perderás para siempre.
    - Así se hará –aseguró el músico.
    Y Orfeo inició el camino de vuelta hacia el mundo de la luz. Durante largo tiempo Orfeo caminó por sombríos senderos y oscuros caminos habitados por la penumbra. En sus oídos retumbaba el silencio. Ni el más leve ruido delataba la proximidad de su amada. Y en su cabeza resonaban las palabras de Plutón: “Si intentas verla antes de atravesar la laguna de Estigia, la perderás para siempre”.

Por fin, Orfeo divisó la laguna. Allí estaba Carón con su barca y, al otro lado, la vida y la felicidad en compañía de Eurídice. ¿O acaso Eurídice no estaba allí y sólo se trataba de un sueño?. Orfeo dudó por un momento y, lleno de impaciencia, giró la cabeza para comprobar si Eurídice le seguía. Y en ese mismo momento vio como su amada se convertía en una columna de humo que él trató inútilmente de apresar entre sus brazos mientras gritaba preso de la desesperación:
    - Eurídice, Eurídice...

Orfeo lloró y suplicó perdón a los dioses por su falta de confianza, pero sólo el silencio respondió a sus súplicas. Y, según cuentan las leyendas, Orfeo, triste y lleno de dolor, se retiró a un monte donde pasó el resto de su vida sin más compañía que su lira y las fieras que se acercaban a escuchar los melancólicos cantos compuestos en recuerdo de su amada. 
(Metamorfosis)

EL MITO DE APOLO Y DAFNE

APOLO Y DAFNE
La historia de Apolo, dios del sol y de la música, y de Dafne (en griego Δάφνη, ‘laurel’) se encuentra en La Metamorfosis de Ovidio, poeta latino del I siglo a.c.
Dafne era, según una primera versión, hija de Gea y del dios Peneo, que da nombre a un río que transcurre por la región de Tesalia. Otra versión cuenta que es hija del dios –también río, pero en Arcadia- Ladón y Creúsa, una ninfa sacerdotisa de Gea.

Dafne era una joven y graciosa dríade -ninfa de los árboles-, que vivía tranquila pasando el tiempo entre la paz de los bosques y el placer de la caza, cuando su vida fue trastocada por el capricho de dos dioses: Apolo y Eros. 
 
Apolo orgulloso de haber matado a la temible serpiente Pitón, se atrevió a burlarse del dios Eros por llevar arco y flechas siendo tan niño. El dios del Amor, profundamente herido por las palabras de Apolo, voló a la cima del monte Parnaso y preparó su venganza.

Eros tomó dos flechas, una dorada bien puntiaguda, destinada al corazón del dios, que lo hizo enamorarse de la ninfa locamente; y otra despuntada de plomo que provocaba desprecio y desdén, para Dafne. De este modo juró no pertenecer jamás a ningún varón.
Enloquecido, Apolo comenzó a perseguir la ninfa que siempre huía de él, hasta que un día, la sorprendió escuchando su canto y trató de seducirla con palabras encantadoras. Sin embargo, ella le suplicaba que la dejara.
Dafne aterrorizada se echó a correr hacia las montañas. Pero, poco a poco, Apolo fue reduciendo distancias y cuando iba a darle alcance, puesto que se encontraba ya cansada, rogó ayuda a sus padres. Ellos oyeron su súplica y cuando ya estaba entre los brazos del dios empezaron a trasformar su cuerpo en una planta de Laurel:
“De sus pies iban saliendo retorcidas raíces, mientras toda su suave piel se recubrió de una dura corteza, sus extremidades se convertían en frondosas ramas y sus uñas se alargaron en hojas multiplicadas con mágica velocidad”. “Pronto sus cabellos formaron un denso ramaje y su rostro, rayado de lágrimas,desaparecía en la cima del árbol”, cita del poeta Ovidio. 

La transformacion terminó bajo de los ojos del dios que , aún abrazado al tronco, oyó los latidos del corazón de su amada dentro de la nueva corteza y declaró que desde ese momento el laurel había sido consagrado para su culto en recuerdo de su amor por Dafne. De ahí que los ganadores del concurso Pítico, juegos creados por Apolo tras llegar al Monte de Delfos, recibieran como premio una corona de hojas de laurel.

LAS SIRENAS

LAS SIRENAS
En la mitología griega, las sirenas eran criaturas fabulosas mitad mujer y mitad pájaro, parecidas a las arpías. Eran hijas del dios río Aqueloo y de una musa que puede ser: Melpómene (tragedia), Terpsícope (danza) o Estérope (poesía). El número de estas criaturas es variable, pueden ser tres, cinco u ocho.
Las sirenas eran compañeras de Perséfone y cuando Hades la raptó, no pudieron salvarla y la diosa Deméter (madre de Perséfone), las convirtió en criaturas híbridas como venganza.
Estas criaturas vivían en la isla de Artemisa, tenían forma de mujer de la cabeza a la cintura y la parte inferior, era una cola de pescado. Su canto melodioso como el de un ave, atraía a los marineros anunciándoles los placeres del mundo subterráneo engañosamente, para hacerlos zozobrar y poder comer sus cuerpos.
En la Odisea, cuenta Homero que cuando el barco de Odiseo (Ulises) pasó frente a la isla de las sirenas, hizo que la tripulación sellara sus oídos con cera, para que no escucharan el canto de las criaturas. Pero Odiseo tenía gran curiosidad por oír su voz, para lo que ideó un plan, se hizo atar al mástil del barco y exigió que no le permitieran soltarse, sin importar lo que pasara. Ante el fracaso sufrido, las sirenas se lanzaron al mar y murieron ahogadas.
Fuera de la ficción, tenemos testimonios de navegantes que afirman haberse encontrado con estos seres mitológicos, entre ellos, Cristóbal Colón, quien testimonia en un escrito de 1493, que había visto una sirena frente a las costas de lo que actualmente es la Florida. En su testimonio comenta que las sirenas no son tan hermosas como cuenta la mitología y que sus rostros tenían formas de hombre.
El explorador John Smith declaró haber visto a uno de estos seres cuando se sumergía en las aguas del mar Caribe y que tenía el cabello largo de color verde y que era atractiva, tanto como para cautivar a cualquier hombre.

sábado, 8 de febrero de 2014

ULISES Y LAS SIRENAS

ULISES Y LAS SIRENAS


Uno de los muchos peligros sobre los que la hechicera advirtió a Ulises, era el que correrían al pasar frente a la isla de las Sirenas.

Esta isla estaba habitada por mujeres muy raras. De la cintura para abajo, tenían la forma y las escamas de un gran pez y de la cintura para arriba tenían todo el aspecto de una mujer. Las sirenas eran muy crueles a pesar de tener un aspecto inofensivo. Estaban dotadas de una voz extraordinaria. Pasaban los días y las noches sentadas sobre el césped, frente al mar, cantando dulces y atrayentes canciones. Pero esa voz melodiosa y cautivante era una trampa mortal para los hombres que la escuchaban, ya que no podían resistir la tentación de acercarse a ellas. Una vez en tierra, las sirenas mataban a los hombres y los descuartizaban. Luego amontonaban las calaveras como si fueran trofeos.

Circe le advirtió a Ulises:-El hombre que escuche la canción de las sirenas, jamás volverá a ver a su esposa y a sus hijos.- Luego le aconsejó la manera de evitar el peligro.

La nave se acercaba rápidamente impulsada por una suave brisa, pero un conjuro de las sirenas detuvo el viento y los hombres tuvieron que avanzar lentamente utilizando los remos.

Como un eco a la distancia, comenzaron a escuchar lo que parecía ser una canción. Ulises rápidamente taponó los oídos de sus hombres con cera y luego les pidió que lo ataran fuertemente al mástil de la nave y que por más que rogara y suplicara no lo desataran por nada del mundo. Luego les ordenó remar con todas sus fuerzas para escapar velozmente de esa terrible atracción.

La nave comenzó a deslizarse junto a la isla y las sirenas redoblaron sus esfuerzos por atraerlos cantando las más cautivantes canciones.

-¡Ven, Ulises! Detén tu nave para escuchar nuestras voces. Cantaremos para ti las Glorias de las Victorias Griegas. ¡Ven, valiente Ulises!

Ulises, al escuchar esas voces, sintió una poderosa atracción. Podía ver a las hermosas sirenas, tendidas entre las flores al borde del mar. Ulises, lloró y pataleó, implorando a sus hombres que lo dejaran libre para reunirse con ellas.

Como los hombres tenían sus oídos tapados no sufrieron el efecto del encantamiento y en lugar de soltar a Ulises, lo amarraron con más fuerza contra el mástil mientras él luchaba con todas sus fuerzas para liberarse.

Los marineros remaron con tanta fuerza, que pronto se encontraron lejos de esa peligrosa isla. Una vez en alta mar, los hombres desataron a Ulises y se quitaron los tapones de los oídos.

El peligro ya había pasado.

EL MITO DE CIRCE

EL MITO DE CIRCE

Circe era una diosa y hechicera griega que vivía en la isla de Eea, cerca del monte Circeo en el Lacio. Hija de Helios y Perseis, hermana de Pasífae, la esposa de Minos y de Eetes, rey de Cólquide y guardián del vellocino de oro.

Esta diosa que aparece en la Odisea, vivía en una hermosa casa de piedra rodeado por bestias feroces que alertaban a la hechicera sobre la presencia de extraños.

Odiseo llega a la isla de Eea luego de un desgraciado pasaje por la isla de los lestrigones, la tribu mitológica de gigantes antropófagos, donde perdió a muchos de sus hombres.

A la llegada de los compañeros de Odiseo (Ulises), Circe los recibe y convierte en cerdos, haciéndolos prisioneros. Pretende hacer lo mismo con Odiseo, pero el héroe se resiste a sus encantos, protegiendo sus oídos del canto mágico de la diosa, con un brebaje mágico que le diera Hermes.

Odiseo logra que Circe le devuelva la apariencia humana a sus amigos y permanecerá con ella durante un año. De la unión de Circe y Odiseo, nacerán dos hijos Agrio y Latino. Circe estaba enamorada de Odiseo pero no consiguió que el héroe olvidara a Penélope.

Cuando finalmente, Odiseo le exige que cumpla su palabra de dejarlo ir, la hechicera le da permiso, pero le pide que antes de retornar a su casa, pase primero por la morada de Hades, para que haga una libación por los muertos. Y que pregunte a Tiresias el camino de regreso. Además, le pide que al regresar a Ítaca, realice un sacrificio por los difuntos.

La figura de Circe aparece también en la leyenda de los Argonautas, cuando purifica a Jasón y a Medea, quienes han recuperado el vellocino de oro.

Otro de los amoríos de Circe es con el dios marino, Glauco, quien prefirió el amor de Escila antes que el de la hechicera, por lo que la diosa transformó a Escila en un monstruo con la parte superior de mujer, pero de la parte inferior, nacían perros horribles que devoraban todo a su paso.

CASANDRA

EL MITO DE CASANDRA


Según el mito, Casandra es la hermana gemela de Héleno, hija de Hécuba y Príamo rey de Troya.
Cuando nacieron los gemelos, sus padres celebraron una fiesta en el templo de Apolo Timbreo, en las afueras de Troya. Al anochecer, regresaron al hogar, pero olvidaron a los bebés en el templo. A la mañana regresaron a recogerlos, los pequeños dormían sin percatarse que dos serpientes lamían sus órganos de los sentidos para purificarlos. Esta escena provocó la desesperación de los padres, que comenzaron a gritar angustiados, ocasionando que las serpientes huyeran. De este modo, Casandra y Héleno adquirieron el don de la profecía.
La mitología no tiene una única versión acerca de la pitonisa y también le atribuyen la concesión del don a Apolo, quien se había enamorado de la joven por su gran belleza. El dios habría prometido concederle el don de la profecía, si ella aceptaba entregársele. La muchacha aceptó el trato, pero cuando estuvo iniciada en las artes adivinatorias, se negó a cumplir con su parte. Esto enfureció a Apolo, el que le escupió en la boca, retirándole el don de la persuasión, por lo que, sin importar lo que la adivina dijera, nadie podía creerle. Así pasaría sus días, viendo avecinarse las catástrofes sin poder hacer nada al respecto.
Otras versiones de la mitología, afirmaban que cada vez que Casandra emitía una profecía, Apolo tomaba posesión de ella, provocándole convulsiones terribles.
Las principales profecías de Casandra advertían sobre los peligros que su ciudad corría, y de haber sido oídas, habrían evitado los terribles sucesos que acontecieron.
La pitonisa salvó de la muerte a su hermano Paris, cuando durante su juicio lo reconoció como hijo de Príamo.
Cuando Helena llega a Troya con Paris, toda la ciudad está encantada con ella, menos Casandra, que vaticina que traerá la ruina para todos.
La joven preconizó los peligros de la introducción del caballo de madera a la ciudad, al igual que el adivino Laoconte. Pero como era natural, nadie creyó en la muchacha. Para detener a Laoconte, que sí gozaba de credibilidad, Apolo envió unas serpientes para que lo devoraran junto a sus hijos. Esto permitió que los aqueos tomaran la ciudad.
Durante el saqueo de Troya, Casandra se refugia en el templo de Palas Atenea, hasta donde es perseguida por Ayax, quien captura a la joven.
Cuando los aqueos se reparten el botín de guerra, Agamanón recibe a Casandra, de la que se enamora locamente y se la lleva de regreso a Micenas. Cuando llegan, la esposa de Agamenón, Clitemnestra, en un rapto de celos mata a su marido y a la amante, ayudada por su propio amante, Egisto.

AQUILES

Aquiles, héroe de la Guerra de Troya

Aquiles era hijo de Peleo y de la nereida Tetis. Cuando nació, su madre quiso hacerle inmortal, por lo que le sumergió en las aguas de la laguna Estigia. Para hacerlo le agarró de los talones, que fue la única parte que no sumergió bajo el agua y, por tanto, quedaban exentos de la invulnerabilidad que tendría el resto del cuerpo.
Aquiles
Aprendió las artes de la guerra y la caza del centauro Quirón en el monte Pelión. También le enseñó artes como la música o las propiedades curativas de las plantas. Cuando era un niño, Calcas, un adivino, afirmó que en la futura guerra de Troya los griegos sólo podrían vencer si Aquiles participaba en ella, pero que fallecería durante la contienda. Su madre decidió esconderle entre las hijas del rey Licomedes, pero llegada la hora los griegos mandaron a Ulises a buscarle.
Cuando Ulises llegó a la corte, el rey negó que se encontrara allí. Así que llevó regalos a sus hijas. Les ofreció joyas y adornos, pero también llevó un escudo y una lanza mientras sonaba un clarín. Aquiles no pudo contenerse y se abalanzó sobre las armas. Una vez descubierto, decidió acudir a la guerra del lado de los griegos.
Durante la contienda, Aquiles se situó siempre en la vanguardia de las tropas griegas. Logró destruir gran cantidad de ciudades. Cuando estaban saqueando Lirnesa, obtuvo como botín a una joven llamada Briseida. Al mismo tiempo, le fue concedida a Agamenón, jefe de las tropas griegas, una joven sacerdotisa de Apolo llamada Criseida. Apolo enfureció ante este hecho y mandó una nube de flechas que terminó con la vida de gran parte de los soldados.
Para calmar las cosas, Aquiles propuso devolver la sacerdotisa al templo. A Agamenón no le gustaba esa idea, pero accedió a cambio de que Aquiles le diese a su esclava. Éste no tuvo más remedio que aceptar, pero se negó a seguir combatiendo hasta que no se restableciese su honor. Gracias a la ausencia de Aquiles el ejército troyano logró grandes victorias. Los griegos rogaron a Aquiles para que volviese a combatir, incluso el rey le devolvió a Briseida, pero él se negó.
Aquiles descubierto entre las hijas de Licomedes
Sin embargo, algo hizo que cambiase de opinión. Durante una de las batallas, el troyano Héctor dio muerte a Patroclo, amigo de Aquiles que portaba la armadura de éste. Aquiles decidió vengar su muerte volviendo al campo de batalla. Se enfrentó personalmente a Héctor hasta que le dio muerte abatiéndolo con una lanza. Lo siguiente que hizo fue atar su cuerpo a su carro y lo arrastró frente a las murallas de Troya durante varios días, negándose a devolver el cuerpo a su familia. Ante tal afrenta, los dioses decidieron intervenir y convencerle de que le devolviese el cuerpo a su familia para que pudieran darle sepultura a cambio de un cuantioso rescate.
Poco tiempo después, se produjo una gran lucha en los alrededores de la ciudad. Aquiles se enfrentó a Paris. Éste seguía bajo la protección de la diosa Afrodita, por lo que supo exactamente los pasos que debía dar para acabar con Aquiles. Conociendo el punto vulnerable del héroe, el talón, le disparó una flecha. Apolo, quien tenía envidia de la admiración que despertaba Aquiles, dirigió la flecha directamente hacia su talón. La herida que le provocó acabó rápidamente con su vida.

EL JUICIO DE PARIS

EL JUICIO DE PARIS

ALEJANDRO
El príncipe Paris, hijo de los reyes de Troya, Príamo y Hécuba, vivía como un pobre pastor en las montañas cercanas a la ciudad de Troya.
Cuando la reina Hécuba estaba embarazada de Paris, soñó que daba a luz a una antorcha que incendiaba Troya. Los oráculos (adivinos) vaticinaron que el niño que llevaba en sus entrañas causaría la destrucción de Troya. Por eso cuando Paris nació fue abandonado en el monte Ida, cerca de Troya, para que muriera. El recién nacido fue encontrado por unos pastores que lo llamaron Alejandro, que significa «el hombre protegido» y lo educaron como si fuera su hijo. Paris desde pequeño estuvo dotado de una gran belleza y un gran talento para tocar la lira.

EL JUICIO DE PARIS
Zeus organizó un banquete para celebrar la boda de la diosa Tetis con el mortal Peleo, pero se olvidó de invitar a Eris, la diosa de la discordia. Eris se presentó en la boda y, sin que nadie la viera, dejó una manzana de oro con la inscripción «para la más bella». Tres diosas reclamaron la manzana: Hera, Atenea y Afrodita y pidieron a Zeus que juzgase cual de las tres era la más bella. Zeus, temeroso de enfadar a las perdedoras, no se atrevió a elegir a ninguna. Decidió que el mortal Paris que siempre había vivido en el campo, alejado del mundo y de las pasiones humanas actuara como juez de aquel singular concurso de belleza.
Un día que Paris estaba cuidando el ganado en la montaña, se le acercaron Hera, Atenea, Afrodita acompañadas de Hermes, el mensajero de los dioses, que le explicó que había sido designado por Zeus para que eligiera a la diosa más bella.
El juicio de Paris
Tras bañarse en el manantial del monte Ida, las diosas se desnudaron ante Paris para mostrarle sus encantos. Las tres le parecieron igual de hermosas. Cada una de las diosas le ofreció una recompensa si la elegía. Hera, esposa de Zeus, el poder sobre las tierras de Europa y Asia, Atenea, diosa de la inteligencia y de la guerra, le ofreció la victoria en las batallas y Afrodita, diosa del amor y la belleza, el amor de la mujer más bella del mundo. Paris sabe que las dos diosas que no resulten elegidas se enfadarán con él, pero no puede declinar su responsabilidad como juez. Deslumbrado por la belleza de Afrodita le entrega la manzana. Desde entonces Afrodita se convierte en la gran protectora y benefactora de Paris y de su pueblo, mientras que Hera y Atenea, ofendidas, juran vengarse.

PARIS VUELVE A TROYA
Poco tiempo después unos sirvientes del rey Príamo robaron a Paris uno de sus mejores toros para entregarlo como premio en unos juegos funerarios que iban a celebrarse en Troya, precisamente en honor del príncipe Paris.
Para recuperar su toro, Paris se presenta como concursante y vence en los juegos. Su hermano Deífobos, siente envidia e intenta matarlo. Paris se refugia en el templo de Zeus, su hermana Casandra lo reconoce pero nadie la cree. Paris muestra los pañales con los que le envolvieron de niño. Su madre, por fin, lo reconoce y Príamo, olvidando los malos augurios, decide acogerlo y concederle todos los honores como príncipe de Troya. Paris no quiso dejar la vida de pastor, por lo que rogó a su padre que le concediese el privilegio de cuidar los rebaños reales.

EL RAPTO DE HELENA
La mujer más hermosa del mundo era Helena, esposa de Menelao, rey de Esparta.
Micenas y Esparta negociaban con Troya un tratado para asegurar la llegada de especias y otras mercancías a través del estrecho de los Dardanelos. Paris se ofreció para esta misión diplomática.
Cuando llegó a Esparta fue recibido con todos los honores por el rey Menelao que le mostró sus tierras, su palacio y organizó un banquete en su honor al que asistieron todos los reyes griegos. Cuando Paris se enteró que la mujer que Afrodita le había prometido era Helena, reina de Esparta, esposa de Menelao, pidió explicaciones a Afrodita, porque no le había dicho que la mujer más bella estaba casada. Afrodita le dijo que no se preocupara e hizo que Helena se entregara a Paris.
Menelao debió embarcar rumbo a Creta para los funerales de un pariente y encomendó a su esposa que despidiese a su huésped.
Helena huyó con Paris a Troya, abandonando a su marido y a su hija Hermione de nueve años. Cuando los amantes llegaron a Troya sorprendieron a los troyanos. En el palacio real algunos recibieron bien a la recién llegada, pero el príncipe Héctor sabía que el rapto de Helena desencadenaría una guerra contra Troya por lo que aconsejó que fuese devuelta. Paris convenció a la mayoría de la asamblea diciendo que había actuado en nombre del amor y Helena se quedó en Troya.
El rapto de Helena desencadenó la Guerra de Troya narrada por Homero en la Iliada.

LA DIOSA CIBELES

LA DIOSA CIBELES


La diosa Cibeles nació en Frigia; los griegos la llamaron Rea y la consideraron la esposa del titán Cronos -el tristemente famoso por devorar a sus hijos nada más nacer, temiendo que uno de ellos le robara el trono-, madre de todos los dioses. De buen carácter, se dice que ayudaba a todos los seres que se lo solicitaban, apartándolos del mal; su benevolencia se extendía a todo el mundo conocido, estando asociada al poder de la Naturaleza y la fertilidad. Sin embargo, mostraba terribles enfados enviando enfermedades y pestes. Gobernaba sobre todo en las montañas, de ahí que su corona sea siempre una indestructible muralla con fortines y estuviera siempre acompañada de fuertes leones, ya que era su especial protectora; también llevaba en la mano una copa.

A finales del s. III a.C. se le erigió un templo en el Palatino, y se cultivó un culto orgiástico que propiciaba éxtasis en los que la diosa se manifestaba y mandaba profecías o curaciones. También se relacionaba con la capacidad de dar la inmortalidad a las almas que la profesaban una devoción especial. Sus sacerdotes al principio eran sólo de las provincias orientales romanas, aunque el emperador Augusto permitió más tarde que también accedieran a este sacerdocio ciudadanos romanos.

En Madrid se erigió una estatua dedicada a la diosa, tallada en mármol blanco, en 1782, en el Paseo del Prado, de cara a otra fuente dedicada al dios Neptuno, en otra plaza cercana; se encuentra ubicada en la plaza de Castelar, rodeada por cuatro palacios. El proyecto inicial de la escultura fue hecho por Ventura Rodríguez, en origen para acabar en el Palacio de La Granja de S. Ildefonso y a petición del rey Carlos III, aunque la imagen de la diosa es obra de Francisco Gutiérrez: sobre una roca ligeramente elevada, la diosa aparece en su carro, llevando un cetro y unas llaves, acompañada de dos leones (en realidad, Atalanta e Hipomenes, dos amantes convertidos en fieras por haber profanado el templo de la diosa Ceres, con la que a veces se asimilaba Cibeles).

El grupo escultórico ha ido teniendo diversos añadidos, como un grifo y un oso -que fueron retirados a finales del s.XIX-, los dos amorcillos que están detrás, uno con un ánfora de la que mana agua y el otro sujetando una caracola (en el s. XX), una verja y varios surtidores artificiales -aunque originalmente la fuente surtía de agua a la zona.
Se ha convertido en uno de los símbolos más conocidos de la ciudad, gracias principalmente por concentrar a su alrededor celebraciones deportivas de uno de los equipos de fútbol de la capital. En Ciudad de México hay una copia de esta escultura, erigida en 1980 como símbolo del hermanamiento entre Madrid y esta ciudad.

HIPÓMENES Y ATALANTA

 EL MITO DE HIPÓMENES Y ATALANTA*


Cuenta la leyenda que hace mucho, mucho tiempo, vivió una mujer extraordinariamente veloz llamada Atalanta, que tenía como costumbre correr entre los árboles del bosque persiguiendo a los animales. Y a fuerza de practicar aquel juego, Atalanta llegó a ser una corredora extraordinaria. Era tan veloz como el viento y corría con la elegante suavidad de una gacela.
Con el paso del tiempo, una serie de muchachos empezaron a pretender el corazón de la joven Atalanta.
Para librarse de aquellos pretendientes molestos, ella les proponía una prueba segura:
-Accederé a casarme contigo si consigues vencerme en una carrera. Pero en el caso de que pierdas, el castigo será terrible...
Todos aceptaban, mas ninguno conseguía derrotarla.
Tan segura estaba la joven de su victoria, que hasta ofrecía a sus rivales una pequeña ventaja: la de la longitud e u lanza
Un día se presentó ante Atalanta un joven llamado Hipómenes. Éste expresó a la muchacha su deseo de casarse con ella y Atalanta le propuso la acostumbrada prueba.
-De acuerdo, acepto la prueba -dijo Hipómenes-. Pero no olvides que si eres tú la derrotada, tendrás que casarte conmigo...
-Está bien -dijo tal anta con frialdad-. Colócate ahí delante, donde llega el extremo de mi lanza.
Hipómenes hizo lo que le había ordenado la muchacha. Y la carrera comenzó...
En sólo unas décimas de segundo, Atalanta alcanzó a Hipómenes.
"Ahora es el momento... ", pensó el joven. y, acercando su mano a una bolsita que llevaba colgada del hombro, sacó una manzana dorada y la dejó caer junto a los pies de la muchacha.
-¡Oh! ¿Qué es esto? -se preguntó la joven-o ¡Una manzana de oro!
Muy segura de poder recuperar el tiempo que iba a perder; Atalanta se agachó y cogió la manzana.
-¡Estupendo! -dijo Hipómenes mientras miraba de reojo a Atalanta, unos metros por detrás de él. .
Pero la rapidez de la muchacha le permitió alcanzar en un momento a su adversario.
Entonces Hipómenes sacó una segunda manzana dorada de la bolsa y la dejó caer de nuevo al lado de Atalanta. Ella se agachó a recogerla y volvió a perder terreno. Hipómenes, agotado, corrió con todas sus fuerzas, pero Atalanta volvió a alcanzarlo,
Momentos después, a escasos metros de la meta, Hipómenes sacó su última manzana de oro y la dejó caer. Atalanta dudó un instante, pero, segura de sí misma, decidió agacharse. Entonces Hipómenes hizo un último esfuerzo y entró primero en la meta. ¡Lo había conseguido!
-Te ha vencido tu propia seguridad de triunfo -le dijo Hipómenes a Atalanta cuando consiguió recuperar el aliento.
Tiempo después, tal y como había prometido, Atalanta se casó con Hipómenes.
Y según cuenta la leyenda, Afrodita, la diosa del amor; veló por la felicidad de la pareja durante muchos años. Pero un día, la pareja entró en el templo de la diosa Cibeles y ésta enfadada, los convirtió en leones para siempre.
La diosa Cibeles con Hipómenes y Atalanta, en Madrid

*Atalanta «la de los ágiles pies»
Atalanta era hija de Esceneo, rey de Arcadia. Nada más nacer su padre, desilusionado porque quería un hijo varón, la abandonó en la cima de una montaña para que muriera. Pero la diosa Artemisa le envió una osa que la amamantó y cuidó. Atalanta se convirtió así en la hija adoptiva de Artemisa e hizo la promesa de que nunca se casaría. Llegó a ser una gran cazadora y la corredora más rápida del mundo.

EL MITO DE ARACNE

Aracne

EL MITO DE ARACNE


Cuentan los viejos relatos inventados en la antigüedad que hace mucho, muchísimo tiempo, vivía en una lejana ciudad una muchacha que se llamaba Aracne. Esta muchacha trabajaba en un taller haciendo tapices y ella misma hilaba la lana, la coloreaba y hacía los tejidos. Sus tapices llegaron a tener tanta fama por su belleza que de todos los lugares acudían personas para admirarlos y todos comentaban que parecían estar realizados por la misma Atenea, diosa de las tejedoras y las bordadoras.

A Aracne aquellos comentarios no le gustaban. Pensaban que sus obras eran perfectas y no quería que se la comparara ni tan siquiera con una diosa. Y especialmente le molestaba que algunas personas pensaran que debía su arte a las enseñanzas de la propia diosa. Por ese motivo, un día desafío a Atenea a tejer un tapiz.
-Diosa Atenea –gritó Aracne-, atrévete a competir conmigo tejiendo un tapiz. Así todo el mundo podrá ver quién de las dos teje mejor.

La diosa Atenea sentía realmente aprecio por Aracné y no quería hacerle daño. Por eso tomó la figura de una anciana bondadosa y se presentó ante la joven para solicitar que fuera más modesta.

-Aracne, ¿por qué ofendes a mi diosa? –le dijo en tono cariñoso-. Confórmate con ser la mejor tejedora del mundo y no trates de igualarte a los dioses.

-Calla, vieja tonta –respondió Aracné airada-. Si Atenea no se presenta ante mí, es que no se siente capaz de compartir conmigo.

En aquel mismo instante, la vieja desapareció y en su lugar quedó la diosa Atenea dispuesta aceptar el desafió.

Atenea y Aracne pusieron rápidamente manos a la obra. Las dos tomaron unos hilos de seda y empezaron a confeccionar unos maravillosos tapices en los que representaban a diversos personajes. Pasado el tiempo, las dos habían acabado su labor.
Atenea representó en su tapiz a los doce dioses del Olimpo, y en cada una bordo una escena en la que mostraban los castigos reservados a los seres humanos que se atrevían a desafiar a los dioses.
En cambio, Aracné confeccionó un magnífico tapiz en el que se veía al mismo dios Júpiter, padre de Atenea y jefe de todos los dioses, convertido en una vulgar serpiente.

Cuando Atenea vio que Aracne se burlaba del dios Júpiter, no pudo reprimir su ira y, cogiendo el tapiz de Aracné, lo rasgó en mil pedazos mientras decía:

-Te castigaré para que en adelante aprendas a respetar a los dioses.

Asustada por la ira de Atenea, Aracné quiso huir entre la gente. Pero Atenea la agarró por el pelo, la elevó del suelo y le dijo:

-Te condeno a vivir para siempre suspendida en el aire, tejiendo y tejiendo sin cesar.

Y al instante, Aracné quedó convertida en una araña que, desde entonces, continúa tejiendo su tela sin parar.


En el cuadro «la fábula de Aracne» o «las hilanderas», que puedes ver en el Museo del Prado (Madrid, España), Velázquez dibujó en el tapiz central la fábula de Aracne.